martes, 15 de diciembre de 2009

Cuento de Navidad

Cuando el estudiante extranjero recogió la nieve del suelo con tal estupefacta alegría, nadie tuvo el valor de reirse de él. A los 12 años, en el instituto, sabes de sobra que la nieve es algo normal, sin embargo para Xin-O se trataba de un milagro blanco que caía sin cesar desde los alto del cielo, cuyo color celestial no habían visto sus ojos.

No tuvo tiempo para reflexionar aquello que su naturaleza lo llevó a hacer, agacharse sobre el suelo para recoger un poco de nieve que enviaría a su familia en el Congo septentrional. Su grado de exaltación era tal que no veía la hora de enviar su regalo a casa y compartir aquello que estaba viendo con asombro y total ingenuidad.

Suavemente la levantó del piso, la más blanca que encontró y la metió en el sobre blanco de papel que llevaba en su bolsillo. Entre boronas de pan había cargado Xin-O el sobre desde su dormitorio, hasta el patio de juegos donde la nieve brillaba más.

Aquel sobre llevaría la carta de navidad que harían en clase con Mesieu Disconzi, sin embargo aquel encuentro con la felicidad le lleno el alma y el sobre con aquellos copos de nieve que nunca antes había conocido, y con ello como regalo, ¿para qué una carta de navidad?

Xin-O llevó su sobre a la conserjería en donde enviarían las cartas de navidad. Con la nieve aún firme y toda la convicción dejó la carta en el buzón. Pronto su madre recibiría como él, el regalo de ver la nieve. Al cabo de los días, mientras bajaba su carta, desde Bruselas hasta el Congo, Xin-O estaba ansioso por saber la reacción de su familia con aquella carta de navidad.

La carta llegó en el último mes, en sobre marcado con tintas desleidas, dentro de este alguna boronas de pan de una mañana de Xin-O en Bruselas y una nota que muy débilmente se leía: "Para que conozcáis la nieve".

Fue así como la familia de Xin-O, en el Congo septentrional, conoció, La NIEVE.